La “silver economy”
Pero, sin duda, volveremos a recuperar los 0,71 años perdidos para confirmar una tendencia imparable: en España vivimos más y vivimos mejor. De hecho, se considera que nuestro país liderará la longevidad en el mundo a partir de 2040. ¿Cómo repercute este hecho en el ámbito de los seguros? Teniendo en cuenta que en España ya residen cerca de 9 millones de personas mayores de 65 años, las compañías aseguradoras ya ofrecen actualmente protección y asistencia a este importante segmento de la población, la llamada “silver economy”.
Seguros de vida para mayores
Y este cambio de paradigma empieza por el mismísimo seguro de vida. Se acabaron los tiempos en los que no se podía contratar un seguro de este tipo habiendo soplado ya 65 velas. Eso sí, lo normal y -tras un reconocimiento médico-, es que en los seguros de vida para mayores sólo se cubra el riesgo principal, es decir, el fallecimiento, no así las garantías adicionales como la invalidez o los accidentes.
En el caso de los seguros de salud, existen aseguradoras que ya están ofreciendo productos específicos para mayores de 60 ó 65 años. Las primas son, lógicamente, más altas que en otros tramos de edades, pero también es cierto que ofrecen un cuadro médico que, además de cubrir pruebas diagnósticas convencionales, proporciona acceso a especialistas en geriatría, así como a servicios especializados en implantes y prótesis.
Proteger la dependencia
Otra fórmula de protección especialmente interesante para este colectivo es el seguro de dependencia. En este caso, sí suele existir una edad máxima para contratarlo que ronda entre los 70 y los 75 años. Este seguro proporcionará una protección que cubra las necesidades que le puedan surgir en el caso de sufrir alguna limitación, ya sea física o psíquica, que le impida realizar las actividades básicas de la vida.
Asegurarse la “otra” pensión
El seguro de renta vitalicia, que garantiza una fuente de ingresos hasta el fallecimiento, es uno de los productos aseguradores más aceptados entre los mayores de 65. Esta opción transforma el ahorro personal fruto de la venta de algún elemento patrimonial (una segunda vivienda, un fondo de inversión, acciones, etc.), en una especie de “pensión” mensual.